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Marzo Me gusta verte llegar con tus atardeceres de parto, con tres flores lilas en una mano

y en la otra 24 margaritas deshojadas por los que no saben nada del amor. Me gusta verte llegar con tus lápices afilados y el aroma a otoño enamorado en las hileras de vendimia. Me gusta verte llegar aunque duelan las mujeres: las masacradas, las violadas, las golpeadas, las explotadas, las del pañuelo blanco, todas, porque olés a lucha e igualdad.

Me gusta verte llegar entre los acordes de la memoria al ritmo de "nunca más" con banderas de verdad y justicia. Me gustás, Marzo, tu piel ocre me hace bien. Tu brisa sabe a esperanza.


El mundo es un buen lugar.

Basta con tirarse de espalda sobre

el pasto, 

la arena,

el agua,

sobre la madre tierra. 


Basta con observar

el juego sensual de las nubes 

plumas que planean y se erizan, 

mientras penetran el profundo azul celeste.


Basta con oler

las cosquillas verdes y blancas 

que exhalan

el pasto recién cortado

y las alas de los jazmines.


Basta con escuchar 

el silbido de las hojas y los tallos 

llamando a las abejas y a los duraznos, 

hasta ruborizarlos.


El mundo es un buen lugar… 

solo hace falta estar atentos

soportar un poco el calor, aunque abrase;

soportar un poco el frío, aunque trice los huesos.

Frenar el apuro,

silenciar la soberbia  

triturar la codicia,

condenar a muerte a los que se creen dueños

y suplicarle a los pequeños

que se encarguen de lo indispensable:

que pongan fin a la miseria,

que nos salven del hambre,

que nos curen los dolores,

que velen por nuestras células, 

que nos aten las manos y la lengua,

si sucumben 

a la avaricia,

a la indiferencia.


El mundo es un buen lugar, 

ojalá pudiéramos 

encontrarnos 

ojalá pudiéramos 

disfrutarlo.



TODO
¿Cómo transmitir a los otros el infinito Aleph que mi temerosa memoria apenas abarca?...
¿ Existe el aleph en lo íntimo de una piedra?
¿lo he visto cuando vi todas las cosas
y lo he olvidado?
Nuestra mente es porosa para el olvido. J L Borges


¿Y si no está debajo del escalón decimonono?
¿Si no está en la piedra de ninguna columna?
¿Si anda deslizándose como una esfera minúscula,
entre las cuerdas que componen cada partícula,
de cada universo,
que se mueve en todo lo que tenga vida?

El Aleph tal vez esté
en el microcosmo de cada existencia.
Lo encontrás a la vuelta
en tu cuadra,
en el barrio,
en la huella de tierra mojada
que se esconde entre las fincas.
Ahí, a cada paso,
se desnuda en el corazón
una vibración nueva,
imperceptible,
como la semilla
que se quiebra en la tierra
para ser  tallo.
El universo se desviste ante tus ojos
en un gesto cotidiano.

Y no es el amanecer en el Atlántico,
son todos los amaneceres...
los disfrutados sobre los cerrillos ,
los soñados sobre su pecho,
los respirados entre algunos besos.

Y no es la belleza de un Van Gogh en una tela,
son todos los paisajes y los sitios
que nunca pintará mi torpeza,
sin embargo, habitan luminosos
mis sueños y mis dolores.

Y no es la Sagrada Familia en Barcelona,
que disfruto filmada en la pantalla.
Son todas las construcciones insignificantes,
en un pueblo lejano
en tiempo y en espacio,
que huelen a incienso,
a madera, 
a cera de abejas,
a paz, 
a Dios adolescente.

Y no es la melodía perfecta,
de violines, baterías y tambores.
Son todas las caricias sobre el piano
Y el ritmo de los gemidos
bajo el claro de luna de Luidwing y de Silvio.
Son los gritos de las denuncias
de Mercedes y el Nano,
la  nobleza de León
erguido sobre la Historia,
porque aunque nunca nadie te bese los pies,
siempre estará la justa memoria
como verdugo de  torturas y traiciones.

Y no es la rima perfecta, 
Es el dolor de Alejandra hasta su muerte.
Es la continuidad de los Parques y el glíglico de Julio en Rayuela.
Es la casa y la abuela de Isabel, también su hija Paula y su nieta.
Es una suerte pequeña de Claudia 
Y cien años, 
20 poemas
Un tranvía. 
Es la saga latinoamericana de Bodoc
y la del mediterráneo argentino de Cristina Bajo,
que brota de las Venas Abiertas.
Es El beso de la mujer araña,
que flota en la Balsa de Piedra,
buscando la Tregua a Flor de piel,
más allá del océano. 


Y son muchos, muchos más,
tejedores de palabras, imágenes e ideas,
artífices perfectos de una trama de
risas y lágrimas,  
que te invitan 
a todos los mundos posibles 
a todas las dimensiones y espacios
a las infinitas sensaciones de la vida.




ENERO
El aire huele a tierra verde, bronceada.
Las flores desnudan 
el jugo de sus frutas.
El tiempo limpia sus lagañas 
después de la siesta,
deja de correr,
prepara el mate,
invita a amigos.

El alma, tirada pansa arriba
en un colchón de pasto,
contempla el cielo,
le inventa formas a las nubes.
Infla sus pulmones
con nada y con aire nuevo,
exhala algo parecido a la felicidad.
Pero está escrito:
enero escapará 
como agua entre los dedos.
Enero vendrá,
se acostará conmigo,
gritaré de gozo,
llegaré al éxtasis,
y cuando ya no pueda vivir sin él,
pegará un portazo 
y tendré que volver 
a levantarme 
a las 6 de la mañana.

ESTANCADA
El agua insiste contra la pared del dique,
quiere salir, 
extender su lengua acuosa.
Golpea una y otra vez,
en vano pelea 
con el gigante de cemento.
No puede.
El cielo observa 
ríe 
se burla 
de su encierro líquido
Absurdo espejo:
él también está atrapado ahí.
Sus nubes
no son más que olas y espuma
que burbujean
siempre en el mismo lugar.
El elefante blanco
trata de escapar:
golpea las patas
que resbalan como babosas, 
en la pared del dique.
Se agota.
Vuelve a sumergirse.
No tiene fuerzas 
para sostener su trompa 
en la superficie.
Aspira la muerte
en la profundidad oscura.
El viento esparce sus cenizas,
nube derretida del cielo
lluvia amarga que se estrella en el agua
infinitamente estancada.
 
CORTAZEANDO 
Cortazar lee y yo pienso: "nunca existí para vos"
Pasaste en tu coche por la puerta de mi casa y no me viste.
Sergio sentado a tu lado, 
no admiraba
la aspereza de tierra escoltada por los carolinos frondosos.
Tampoco vio que los carolinos
 sacaban su lengua de hojas al cielo
 y lo besuqueaba
como un perro a su amo.
Yo sí los ví.  
Yo me di cuenta que están más altos este verano
y siguen lamiendo al cielo,
que se abre  y se queda infinitamente dispuesto y celeste para ellos.

Nunca existí para vos,
No me viste sentada bajo las glicinas,
esas que en blanco y negro inmortalizó Sergi.
Me quedé con los ojos embobados,
mirando como arremangabas tu camisa clara
y ponías un disco de jazz.
Nunca existí para vos,
que me trataste de usted,
que me confesaste tu esfuerzo vano por imaginarme
en otro tiempo,
en otro lugar,
pero tu cabeza capaz de armar rayuela y de recorrer la línea de la carta,
no pudo llegar hasta mí,
no pudo cruzar el océano,
ni ver mi sombra sentada a la orilla de la cama
en la que dormiste hasta tarde.
No pudiste percibirme.
Me ocultaron, sin que yo pudiera evitarlo,
las alondras 
y el aroma de los duraznos maduros.
Pasaste por los baños de Lunlunta
sin ver mis pies desnudos sobre el pasto nuevo.
No pudiste pensar que en el mundo rural 
que visitaste apenas,
una mujer de tu edad, pero de otro siglo,
enamorada de tu voz y tus palabras,
te escucha para saborizar una desabrida tarde de domingo.
Tu voz ya no tiene forma de disco,
Tu voz, que apenas consigue recuperarse del resfrío virgen de covid19,
llega a mi alma, a esa que no ves,
y estás tan vivo, tan lúcido, tan perfecto
retumbando en mi smartphone.
Tus palabras me hacen cosquillas
y mi corazón de espuma, fantasea que me ves,
que me hablas a mí  y dialogamos
como si yo tuviera 20
y vos no estuvieras muerto desde hace 35 años.








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